Pongamos un supuesto: un turista se encuentra disfrutando de sus vacaciones en un país extranjero. Está tomando el sol en una tumbona junto a la piscina y se levanta para acercarse a la barra y pedir un refrescante cóctel. Cuando vuelve, se da cuenta de que sus cosas no están y, al girarse, ve a un chico joven a lo lejos corriendo con su mochila.

Tras unos momentos de confusión, decide acudir a una comisaría para denunciar los hechos. Una vez allí, y con escasos conocimientos del idioma, intenta describir la situación: qué contenía la mochila, qué aspecto tenía el joven y qué ropa llevaba puesta, si había testigos para corroborar los hechos, etc. Sin embargo, la comunicación es desastrosa e incluso algo cómica: ni los policías ni el turista son capaces de entenderse porque ninguno de los dos habla el idioma del otro.

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En todo contexto comunicativo es muy importante que las partes se entiendan entre sí para que no se produzcan malentendidos ni errores de comprensión. Como hemos visto en el anterior supuesto, esto resulta especialmente importante en situaciones delicadas en las que un simple malentendido puede tener consecuencias muy graves.

¿Qué hubiera ocurrido si, por unas malas indicaciones, los policías hubieran detenido a la persona incorrecta? O, peor aún, ¿y si el turista, en lugar de intentar denunciar un simple robo, estuviese intentando denunciar una situación más grave, como una agresión o incluso un asesinato?

Por este motivo, resulta muy importante la función de los mediadores lingüísticos que ofrecen servicios de interpretación en este tipo de contextos. En este caso, por ejemplo, habría sido muy práctico contratar a un intérprete profesional para intermediar durante el proceso de la denuncia.

Puede que, llegados a este punto, te estés preguntando lo siguiente: ¿cuál es la diferencia entre un traductor y un intérprete? La diferencia entre estas profesiones se encuentra en el medio: mientras que un traductor profesional traduce textos escritos, los intérpretes hacen uso del medio oral. Los primeros escriben, los segundos hablan.

Puede que, llegados a este punto, te estés preguntando lo siguiente: ¿cuál es la diferencia entre un traductor y un intérprete? La diferencia entre estas profesiones se encuentra en el medio: mientras que un traductor profesional traduce textos escritos, los intérpretes hacen uso del medio oral. Los primeros escriben, los segundos hablan.

Volviendo a la situación del robo, por ejemplo, el intérprete habría acudido a las instancias policiales para mediar la comunicación entre los cuerpos de seguridad del Estado y el turista de forma oral.

Esto lo podría hacer de forma consecutiva o simultánea. En el primer caso, el intérprete escucharía una parte del mensaje del testigo o del policía en silencio, iría tomando notas si fuera necesario y, una vez finalizada la intervención, comunicaría el mensaje en la lengua de la otra parte. En el segundo caso, el intérprete iría comunicando la información prácticamente a la vez que las partes hablan.

Es muy importante, como ya hemos visto en otras entradas del blog, como la entrada sobre la interpretación en juzgados y procesos jurídicos y la entrada sobre interpretación médica en hospitales, que el intérprete actúe con profesionalidad y sea capaz de gestionar una situación tan delicada. Para ello, no basta con conocer los dos idiomas, sino que es importante tener en cuenta otros muchos factores.

Características principales de un intérprete profesional

Estas son algunas características que diferencian a un intérprete profesional de una persona que simplemente conoce las lenguas dentro del contexto comunicativo:

  1. Conocer el idioma, la terminología y la cultura.

Esto puede parecer muy evidente, pero es fundamental que el intérprete tenga altos conocimientos, no solo de ambos idiomas, sino también de los términos específicos que se usan en estos contextos y las características de ambas culturas.

A menudo, el intérprete está muy infravalorado, ya que muchas personas no entienden que su primo Juan, que ha estado viviendo dos meses en Francia y chapurrea algo el idioma, no pueda ser capaz de intermediar la comunicación entre un inmigrante africano de habla francesa y un policía español, por ejemplo.

En este caso, no solo es probable que Juan no conozca muchos de los conceptos que surgen en este tipo de situaciones (diferencia, por ejemplo, entre robo, hurto y atraco), sino que además es muy posible que no sea consciente de que existen diferencias culturales que pueden generar incomprensión.

Un ejemplo de esto último nos lo cuenta Leila Hicheri en un artículo sobre la traducción y la interpretación en instituciones públicas. En este, relata cómo en gran parte de África subsahariana el significado de la palabra “hermano” (en francés, frère) va más allá de los vínculos familiares, ya que se utiliza también para nombrar a los amigos. No sería raro que, al preguntarle al inmigrante si tiene algún hermano, este contestara que sí a pesar de ser hijo único.

  1. Mantenerse neutral y respetar el código deontológico para salvaguardar los derechos de todas las partes.

Además de conocer el idioma, la terminología propia de estos contextos y las diferencias culturales, un intérprete profesional deberá ser capaz de transmitir el mensaje de forma fiel y contar con un código deontológico propio para salvaguardar los derechos de todas las partes.

A menudo, los prejuicios y las ideas preconcebidas hacen que interpretemos las situaciones de una forma u otra.

Volviendo al caso anterior: imaginemos que Juan, que no es un intérprete profesional sino una persona que tiene ligeros conocimientos de ambos idiomas, tiene una serie de prejuicios sobre los inmigrantes africanos que vienen aEspaña buscando trabajo. Es muy probable que la manera de interpretar lo que le cuenta el denunciante esté influenciada por estos prejuicios, y eso puede afectar a todo el proceso de denuncia.

Los intérpretes profesionales deben ser capaces de apartar estos prejuicios y realizar su trabajo con la mayor imparcialidad posible. Para ello, deberá seguir una serie de principios y un código deontológico que defienda, entre otros, la honradez, la confidencialidad y la dignidad.

  1. Gestionar el estrés.

Como estamos pudiendo comprobar, las interpretaciones pueden ser situaciones muy estresantes, especialmente en contextos como este.

A menudo, los testigos o denunciantes están nerviosos e impacientes porque acaban de presenciar o experimentar una situación desagradable, fuera de su país y sin conocer el idioma ni lo que está ocurriendo a su alrededor.

En estos casos, el intérprete es la única persona con la que pueden comunicarse, y a menudo lo harán de forma desesperada, agresiva o irritada. Es importante que el intérprete sea capaz de mantener la calma para poder llevar a cabo su trabajo de la manera más profesional posible.


Todo esto es un claro ejemplo de la importancia de los intérpretes en los contextos policiales. Si alguna vez tienes la necesidad de hacer uso de sus servicios, siempre puedes ponerte en contacto con una agencia o empresa de traducción e interpretación como Tatutrad que te proporcione este servicio. Porque, como ya habrás podido comprobar, más que ayudarte, tu primo Juan puede acabar metiéndote en un buen lío.

Autora: Marina Rodríguez Colmenero

Dirección de LinkedIn: www.linkedin.com/in/marina-rodriguez-colmenero