¡Que levante la mano quien no tenga todavía un smartphone, una tablet o un portátil! (Ruido de grillos de fondo). Todos hemos podido presenciar cómo el uso y la diversificación de los dispositivos electrónicos han aumentado exponencialmente en los últimos años, y parece que la tendencia está lejos de revertirse. Asimismo, también se ha multiplicado el número de aplicaciones, dirigidas a todo tipo de público y que dan respuesta a cualquier necesidad.

Al igual que ocurre con los sitios web, numerosas empresas han sabido hallar en las aplicaciones un medio para acercarse a su público meta y, así, facilitar el uso y el acceso a sus productos y servicios. Es aquí donde entra en juego la posible internacionalización y localización de la aplicación. Sin duda, la expansión de una aplicación a nuevos mercados representa una gran oportunidad de negocio que no está de más considerar.

No obstante, esta no es una labor que pueda realizarse a la ligera (como suele suceder con bastante frecuencia). ¿Quién no ha descargado alguna vez una aplicación y se ha dado cuenta de que estaba traducida automáticamente por una máquina? ¡Salta a la vista! Errores gramaticales, incoherencias léxicas, menús que no funcionan, elementos que no tienen sentido en la cultura del público meta… Todo esto crea en el usuario la impresión de que el desarrollador o la empresa que hay detrás de la aplicación no se ha preocupado realmente por la comunicación y la proximidad con su público.

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Esto se debe a que la traducción profesional de una aplicación va mucho más allá de la mera transmisión de su contenido. Es necesario que se tengan en cuenta los aspectos culturales, lingüísticos y técnicos correspondientes para que la aplicación surta en el público de la cultura meta el mismo efecto con el que fue concebida originalmente.

Algunos de los factores esenciales para la correcta traducción de una aplicación:

  1. La labor de localización es fundamental en la traducción en general, pero adquiere una importancia aún mayor en el caso de las aplicaciones y los sitios web. Este proceso consiste en la adaptación de elementos susceptibles de variar de una cultura a otra, como los formatos de fecha y hora, la moneda, etc. Pero la localización se aplica también a elementos como los colores o las imágenes, los cuales, aunque en principio no parezcan necesitar adaptación, sí que pueden estar dotados de distintos significados y connotaciones en función del país. Por ello, es esencial que el localizador profesional conozca en profundidad la cultura del usuario en potencia y sea capaz de prever el efecto que puede tener en él cada elemento de la aplicación.

 

  1. En la mayoría de las ocasiones, para el cliente es primordial que se respete el diseño inicial y la estructura de la interfaz y, por lo tanto, el traductor también debe hacer de este objetivo su prioridad. Es importante tener en cuenta que, en función de la combinación lingüística del proyecto, el idioma y el contenido escrito estarán subordinados al diseño. Esto deriva en ocasiones en una posible limitación de caracteres, por ejemplo, en una traducción del inglés a una lengua románica, pues estas últimas suelen presentar una media más elevada de caracteres por palabra; o en una modificación de la fuente, como sería el caso de las cursivas o las negritas, que pueden dificultar la lectura en idiomas como el chino o el coreano.

 

  1. El traductor debe estar capacitado para manejar correctamente los distintos formatos de archivos de los que puede constar una aplicación (.XML, archivos de audio, de vídeo…). Asimismo, es preciso tener en cuenta las diferencias en función del dispositivo y del sistema operativo en el que se ejecutará la misma: no se procederá del mismo modo para traducir una aplicación de Android que para traducir una de iOS, por ejemplo. Esto influirá de manera distinta en el tratamiento de los cuadros de diálogo, los menús, etc. Es fundamental que el traductor respete en todo momento el código de programación y las etiquetas, y se asegure de que pueden adaptarse a los caracteres de la lengua hacia la que traduce.

 

  1. Junto con la aplicación, puede que se requiera la traducción de documentación técnica, como formularios o manuales de usuario; jurídica, como contratos o términos y condiciones; o incluso comercial o publicitaria, como anuncios en redes sociales o el texto introductorio que aparecerá en las plataformas de descarga. Por ello, son necesarios unos conocimientos lingüísticos y culturales que permitan traducir estos documentos especializados, así como el contenido de la aplicación en sí. Entonces, si eligiéramos traducir al inglés nuestra aplicación, la legislación relativa a la protección de datos, por ejemplo, variaría de la española, por lo que deberán adaptarse estas diferencias para que el mensaje tenga el efecto deseado en la cultura meta.

 

  1. Por último, el elemento más importante en este tipo de proyecto reside probablemente en la comunicación constante y cercana entre empresa de traducción y cliente con el fin de garantizar que el producto cumpla la función para la que se diseñó. Se trata de propiciar una labor conjunta en la que la empresa asesora lingüística y culturalmente y, al mismo tiempo, se adapta a las exigencias y necesidades del cliente.

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Como ya anunciábamos, el proceso de traducción de una aplicación va mucho más allá de lo estrictamente lingüístico. Solo dejando el proyecto en manos de una agencia de traducción profesional podrás asegurarte de que tu producto final sea satisfactorio y cumpla con tus expectativas. Para ello, Tatutrad cuenta con traductores y localizadores profesionales especializados en la traducción de software y aplicaciones, con una amplia experiencia en localización y adaptación cultural, así como en traducción de una gran variedad de archivos y formatos.

¿Por qué conformarte con un resultado simplemente aceptable cuando puedes crear una versión de tu aplicación que potencie la experiencia de juego de los usuarios?

 

Autora: Clara Ordóñez Marvizón

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